Un Fósil Viviente: El Organismo Que Reescribe el Árbol de la Vida
Descubren en un laboratorio a Solarion arienae, un eucariota tan extraño que fuerza a los científicos a definir una nueva y profunda rama evolutiva.
A veces, los descubrimientos más revolucionarios no se esconden en junglas inexploradas o en las fosas abisales, sino en placas de Petri que han estado años en un estante. Esto es precisamente lo que ha ocurrido con el descubrimiento de Solarion arienae, un organismo unicelular que ha obligado a la comunidad científica a anunciar la creación de un nuevo reino y filo en el árbol genealógico de la vida en la Tierra.
Un Fantasma en el Laboratorio
La historia comienza en 2011, con una muestra de ciliados marinos recolectada en aguas croatas. Durante años, esos ciliados vivieron sin problemas en el laboratorio. El misterio surgió cuando murieron repentinamente, revelando entre ellos a una criatura diminuta y desconocida que había pasado completamente desapercibida. Los protistólogos Ivan Čepička y Marek Valt bautizaron a este escurridizo habitante como Solarion arienae.
Su hallazgo es una lección de humildad: si pudo permanecer oculto en una cultura controlada durante una década, es muy probable que haya pasado desapercibido incontables veces en la abrumadora y compleja diversidad de los ambientes naturales.
Un Rompecabezas Evolutivo Sin Piezas Conocidas
Al analizarlo, confirmaron que Solarion es un eucariota, es decir, tiene un núcleo con ADN, al igual que las células humanas. Sin embargo, al tratar de clasificarlo, los científicos se toparon con un muro. No encaja en ningún grupo de eucariotas conocido. Su lugar natural en el árbol de la vida es tan distinto que ahora comparte un filo recién definido con otro bicho raro, Meteora sporadica. Juntos, y con otros protistas muy distantes, forman una rama evolutiva profundamente separada de todas las demás formas de vida eucariotas (animales, plantas, hongos…).
El Gran Secreto Está en sus Mitocondrias
La verdadera sorpresa, sin embargo, no está solo en su célula, sino en su fuente de energía: las mitocondrias. Según la teoría endosimbiótica, estos orgánulos fueron en el pasado bacterias independientes que fueron incorporadas por una célula mayor, en una relación que se volvió indispensable.
Mientras que en todos los eucariotas conocidos las mitocondrias han perdido casi todo rastro de su vida independiente, las de Solarion son un auténtico fósil molecular. Conservan un gen llamado secA, una reliquia genética del sistema que usaba la antigua bacteria protomitocondrial para transportar proteínas cuando aún era un organismo libre. Este hallazgo es una evidencia directa y tangible de una etapa evolutiva que hasta ahora solo se podía teorizar o inferir indirectamente.
Una Ventana al Pasado Más Remoto
Para los investigadores, este organismo es como una cápsula del tiempo biológica. Permite observar de forma directa un capítulo muy antiguo de la evolución celular, ofreciendo detalles sobre cómo eran y funcionaban esos primeros socios en la endosimbiosis que dio origen a la complejidad eucariota.
El estudio, que ha sido publicado en la prestigiosa revista Nature, subraya un mensaje profundo: nuestro conocimiento sobre la diversidad de la vida microscópica es aún muy limitado. Linajes completos, ramas profundas del árbol de la vida, pueden estar agazapados en cualquier rincón, incluso donde ya hemos mirado. Solarion no es solo un organismo nuevo; es un recordatorio de que la historia de la vida en la Tierra aún tiene páginas fascinantes por leer.
Conclusión: Un Recordatorio de Lo (Mucho) Que Desconocemos
El descubrimiento de Solarion arienae trasciende el hallazgo de una especie más. Es un testimonio de que la biología está lejos de ser una ciencia cerrada. Encontrar un organismo que obliga a redibujar las ramas fundamentales del árbol de la vida nos señala lo vasto que es el mundo microbiano y lo ingenuo que sería pensar que ya lo hemos catalogado todo. Este "fósil viviente" no solo ilumina el pasado, sino que, sobre todo, ilumina la oscuridad de nuestra propia ignorancia, desafiándonos a seguir buscando en los lugares más inesperados.

