Microplásticos: el peligroso transporte de patógenos y superbacterias


Un nuevo estudio confirma que estas partículas son mucho más que basura: son "criaderos móviles" que propagan enfermedades y resistencia a los antibióticos desde las alcantarillas hasta el mar.

Un equipo de científicos del Reino Unido ha encendido las alarmas con un hallazgo inquietante: los microplásticos que contaminan ríos y océanos actúan como eficaces vehículos para bacterias patógenas y resistentes a los antibióticos. Estos diminutos fragmentos de plástico no son un problema meramente ambiental o visual; se han convertido en un serio riesgo para la salud pública global, al facilitar la supervivencia y dispersión de microorganismos peligrosos.

El estudio, publicado en la prestigiosa revista Environment International, demuestra que los microplásticos sirven como base ideal para la formación de biopelículas microbianas, un ecosistema conocido como la "plastisfera". En este hábitat pegajoso, las bacterias no solo se adhieren, sino que prosperan, se multiplican y pueden viajar largas distancias, entrando en la cadena alimentaria y complicando el tratamiento de infecciones.

“Abordar la contaminación plástica no es solo una cuestión ambiental, sino una prioridad de salud pública en la lucha contra las infecciones resistentes a los medicamentos” — Neila Gross, investigadora de la Universidad de Boston.

La plastisfera: un ecosistema de riesgo en miniatura

Cuando un fragmento de plástico llega al agua, en cuestión de horas comienza a ser colonizado por bacterias, algas y hongos. Forman una capa viscosa llamada biofilm o biopelícula, que transforma cada partícula en una pequeña "isla" artificial. Este fenómeno es la plastisfera, un entorno único donde los microbios interactúan de formas que no ocurren en el agua libre.

La gran preocupación es que este ecosistema es un punto caliente para el intercambio genético. Las bacterias pueden transferirse entre sí genes de resistencia a los antibióticos con relativa facilidad, un proceso conocido como transferencia horizontal. Así, un patógeno que llega a la plastisfera puede volverse mucho más peligroso, adquiriendo resistencia a múltiples fármacos.

Del hospital al mar: el viaje de los patógenos

Para entender la magnitud real del problema, investigadores de la Universidad de Exeter y el Plymouth Marine Laboratory diseñaron un experimento único. Durante dos meses, sumergieron cinco tipos de materiales en diferentes puntos del río Truro, en el suroeste de Inglaterra. Eligieron ubicaciones con distintos niveles de contaminación, incluyendo áreas cercanas a un hospital y a una planta de tratamiento de aguas residuales.

Los materiales sumergidos fueron:

  • Microplásticos comunes: pellets de plástico virgen (nurdles) y fragmentos de poliestireno.

  • Bioesferas plásticas (bio-beads): usadas en plantas depuradoras para limpiar agua.

  • Materiales de control: madera y vidrio, para comparación.

Los resultados, analizados mediante técnicas genómicas avanzadas, fueron contundentes y alarmantes.

Hallazgos inquietantes: más de 100 genes de resistencia

El análisis posterior reveló una realidad preocupante

:

  • Todos los sustratos y puntos de muestreo contenían bacterias patógenas y resistentes.

  • Los microplásticos concentraron muchos más genes de resistencia a antibióticos que la madera o el vidrio. Se identificaron más de 100 secuencias únicas de estos genes en los biofilms plásticos.

  • Materiales como el poliestireno y los nurdles mostraron el mayor riesgo, posiblemente por su capacidad de adsorber contaminantes y favorecer biopelículas espesas.

  • Se detectaron patógenos como Flavobacteriia y Sphingobacteriia en microplásticos encontrados aguas abajo, incluso en zonas donde estas bacterias eran escasas en el agua circundante. Esto prueba su papel como transportadores activos.

Aimee Murray, coautora del estudio, lo resumió así: “Esto demuestra que los microplásticos no son solo basura, sino actores activos en la propagación de resistencia antimicrobiana”.

Un problema global confirmado por múltiples estudios

La evidencia sobre este peligro biológico se acumula en distintas partes del mundo. Otro estudio reciente de la Universidad de Boston, publicado en Applied and Environmental Microbiology, encontró que los microplásticos favorecen el desarrollo de resistencia en bacterias como E. coli incluso en ausencia de antibióticos. Esta resistencia persistía días después de retirar los plásticos, lo que sugiere que su efecto es profundo y duradero.

Por otro lado, una investigación en la Ciénaga Grande de Santa Marta, en Colombia, identificó 19 especies bacterianas potencialmente patógenas adheridas a microplásticos, incluyendo Aeromonas caviae (causante de gastroenteritis) y Vibrio cholerae (responsable del cólera).

Mientras tanto, los microplásticos ya están dentro de nosotros. Se han detectado en pulmones, sangre, placenta y corazones humanos

. La comunidad científica está tratando de entender los efectos a largo plazo de esta presencia constante, que podrían incluir inflamación, estrés oxidativo y daño celular.

Conclusión: Una llamada a la acción urgente y a la precaución

El mensaje de la ciencia es claro y unánime. Los microplásticos han pasado de ser un símbolo de la contaminación a convertirse en un vector de enfermedades y un amplificador de la resistencia antimicrobiana, una de las mayores amenazas para la salud del siglo XXI.

Los autores del estudio británico hacen un llamado a estrategias conjuntas entre ciencia, salud e industria para frenar la contaminación en su origen. Una vez que los plásticos están en el ambiente, es extremadamente difícil retirarlos. También piden ampliar la investigación para entender cómo interactúan con otros contaminantes, como fármacos y desinfectantes.

Mientras se avanza en soluciones globales, los científicos ofrecen un consejo práctico e inmediato. Emily Stevenson, autora principal, recomienda: “Quienes limpian playas deben usar guantes y lavarse bien las manos, porque el contacto directo implica riesgos”. Una medida simple que refleja la nueva y peligrosa realidad de un material que creíamos inerte.

La lucha contra los microplásticos ya no es solo por salvar los océanos, sino por proteger nuestra propia salud. Reducir drásticamente el consumo de plástico, mejorar la gestión de residuos y apoyar tratados internacionales ambiciosos son pasos no negociables para detener esta crisis dual: ambiental y sanitaria.

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